LA VIDA ES DE TODOS LOS COLORES

Textos y poemas, propios y ajenos, reflexiones, sentimientos hechos palabras, intenciones nacidas en lo profundo del alma, susurro o gritos, a veces silencios, canciones que hablan por mi..








28 de junio de 2010

Valoración del otro.

Le busco la mirada a la gente y no se las encuentro, se ponen molestos, inquietos cuando perciben que trato de encontrarles los ojos y mirar sus almas. Nos hemos acostumbrado tanto a cosificarnos que hemos perdido la valoración del otro, de ver al otro como tal y no como alguien que me pueda o no servir en determinadas circunstancias. Me pasa con los desconocidos, pero que tremendo es sentir esa horrible sensación de vacío cuando se intenta encontrar la mirada de quienes conocemos. La gente sufre el intenso stress en el que nos vemos inmersos en un sistema económico que nos ha hecho creer que podemos comprarnos la felicidad y para eso nos muestra objetos de la farsa: el último modelo de automóvil, las vacaciones en cruceros, la línea dorada de la tarjeta de crédito que nos esclavizará ineludiblemente si caemos en la seducción de ir más allá de donde nos da el bolsillo.
Cosas. El que tenia mp3 no se conforma, necesita un mp5, el que tenía celular con 1GB necesita otro de 4, el del celular común desea uno con pantalla táctil. Deseo tras deseos. Todos cosificados por cosas y más cosas. Cada fin de semana se transforma en aventuras shopingnianas por comprar felicidad, volviendo siempre con esa sensación que no se compro todo lo que se andaba buscando.
Hemos ido perdiendo la posibilidad del encuentro, la gentiliza, el respeto.
Subí a un ascensor, fui la última, dije: “buenos días”,…nadie contesto, todos con sus cabezas tiesas y rígidas mirando la nuca del otro. Silencio, solo el ruido del ascensor. Con ironía exprese: -“o le han comido la lengua los ratones, o todos son mudos!”. La risita nerviosa de una joven buscaba complicidad con el carraspeo de un señor mayor que dijo: -“disculpe, hemos perdido la costumbre de saludar”-, el ascensor paro en el 6°, baje, me di vuelta los mire y dije sonriendome: -“esta en nosotros recuperar las buenas costumbres perdidas, ¡que pasen un buen día!”-. Me sentí sapo de otro pozo.
La sociedad tecnologísta y consumistas nos ha dirigido a la presente descomposición del ser humano, haciéndonos perder nuestra naturaleza emotiva, robotizándonos en pos de transformarnos en seres estresados y caraculicos incapaces de reparar en los otros, tildando de “chapitas” *, a aquel que saluda, es gentil, amable y sonríe.
¿Cómo hacer para escapar al stress?, siendo concientes que no necesitamos tanto como nos dicen y sí precisamos volvernos hacia nosotros mismos, hacia el descubrimiento de la simpleza de los hechos cotidianos, mirarnos, abrazarnos, disfrutar del agua calentita del baño en la mañana, del perfume del jabón, de la suavidad de la toalla limpia, del olor de las tostadas y el café recién hecho, el atrevernos ha cocinar nuestro propio pan, saludar al niñito que levantando sus manitas le sonríe al mundo detrás de la ventanilla posterior en el auto de su padre, agradecer la gentileza de la cajera en el supermercado, o el habernos cedido el lugar para ingresar a la puerta giratoria en el banco, el saborear con todos los sentidos el pan en la salsa mientras lo acompañamos con un traguito de vino, jugar como cuando era niña con las burbujas de la soda salpicando la nariz, disfrutar la maravilla del sol invernal pegándome en la cara mientras camino. Andar y estar con el corazón abierto, con el humor a flor de piel, bailando, recuperando la capacidad de juego, sin descuidar perder la posición de alumnos, porque tenemos mucho más por aprender, teniendo en cuenta que si enfermamos el alma se nos enfermará el cuerpo. Diciendo lo que sentimos, sin vergüenzas, dejando de ponerle apodos a las actitudes de los niños coartándoles la frescura y sinceridad de sus sentimientos. Presencie una situación en la cola del supermercado, un niñito se asusto al aparecer un perro grande y se abrazo presuroso a la pierna de su madre, su papá le dijo:-¡che, no seas maricon es un perro!- y pensé en todas las veces en que en situaciones similares, como padres castigamos la expresión emocional de nuestros hijos en vez de comprenderlos.
Hemos venido a esta tierra a aprender a amar, a ser felices y a dejar un surco establecido por nuestro paso en ella, ninguna de estas cosas se enseña en las escuelas o universidades, detenernos en mirar al otro, nos permite reencontrarnos con las emociones pero también con la posibilidad de poder aprender del otro en la medida que  me contacto, que  lo miro, que tengo la capacidad de poder entrelazar mi experiencia, mi historia, con la experiencia y la historia de él, descubriéndonos necesarios, el uno al otro, siendo un tu en mí.


*: chapita: término de uso popular en Argentina que cataloga al otro como loco, chiflado y/o desequilibrado.