Yo no se si se han dado cuenta pero los jóvenes tienen muchos problemas para expresarse y para tener conversaciones fluidas sobre todo cuando se refiere a temas de “adultos” o de información de cultura general.
Quizás una de las razones que llevan a eso es la poca importancia que le damos a la mesa como centro de conversación y de comunión y la dificultad que tenemos muchas familias para sentarnos en ese lugar para compartir y además para comer.
Cuando nos sentamos en la mesa, en ese lugar hay una silla en la cual se sientan siempre mis hijos y que cuando ellos no están, esas sillas quedan vacías. Con esto ellos donde estén se sienten seres importantes y por sobre todo irremplazables.
Si a eso le agregamos el maravilloso concepto de esa sobremesa, casi desaparecido, esa conversación cuando ya no queda nada de comer o se comen los restos, donde parecen historias, posturas frente a temas complicados y donde desarrollamos la capacidad para escuchar, para aprender del otro, para conocer nuestra historia familiar, para reírnos , para enrabiarnos y perdonarnos, haciéndonos sentir que a pesar de todo la familia está ahí.
Quizás con estos dos elementos podríamos volver a desarrollar en nuestros jóvenes la capacidad de conversar desde el amor y desde la incondicionalidad. Donde aunque haya tensión y conflicto también aparecen las formas de solucionarlos.
Sin duda la mesa es un lugar de crecimiento, de encuentro y de conocimiento mutuo. Un lugar donde no importa lo que comamos, es más un lugar donde nos encontramos no sólo con los otros, sino con nosotros mismos y con la esencia de nuestra historia.
Pilar Sordo - Psicologa Chilena
20 de septiembre de 2010
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